lunes, 22 de febrero de 2010

Pasado de kilos y sobrado de errores

Publicado en EL MUNDO el 22 de febrero de 2010

Al final, alguien tenía que haber escuchado a Drogba cuando, fuera de sí, se acordaba del árbol genealógico del árbitro al acabar aquel Chelsea-Barça. En España, todos nos quedamos con el gol de Iniesta, con el inicio del camino triunfal del Barcelona de Guardiola hacia el triplete, primero, y el sextete, después. Drogba gritaba al acabar ese partido que a los blues les habían escamoteado cuatro penaltis durante el partido. Cuatro.
  
¿Quién pitaba aquel día? Tom Henning Ovrebo, un recio colegiado noruego, de ésos cuya imagen debería imponer respeto, si no fuera porque su ejecutoria deja mucho que desear. Alguien debió hacer caso aquel día a Drogba, en lugar de sancionarlo con cuatro partidos. Si algún capitoste de la UEFA hubiese escuchado nos habríamos ahorrado el bochorno del pasado miércoles en el Allianz de Múnich. Pero prefirieron dejarlo pasar. 


Lo cierto es que el temperamental punta marfileño del Chelsea estaba avisando al trencilla –a gritos, eso sí– de lo que vendría después. En el fondo, Drogba nos avisaba a todos. Sólo era cuestión de tiempo que el árbitro noruego volviera a hacerlo.


Henning, muy pasado de kilos, apareció el miércoles por la capital bávara junto a su equipo arbitral con más de 15 años de internacionalidad a sus espaldas. El noruego no es un cualquiera; ha sido elegido cinco veces mejor árbitro de su país; ha pitado dos finales de la Copa de Noruega; ha participado en una Eurocopa; y fue elegido por la UEFA para aquella semifinal de Champions. 


Tom Henning, con su experiencia y bagaje, debería ser un árbitro de garantías. Pero no lo es. La Liga de su país está parada por el invierno y él no ha controlado su dieta. En la Euro 2008 sólo dirigió dos partidos antes de que la UEFA lo mandara a casa tras una mala actuación en un decisivo Italia-Rumanía, anulando un gol legal a Luca Toni.


Tom Henning Ovrebo sabe que, de pequeños, cuando entramos en los cursillos de árbitro, los monitores nos dijeron que lo mejor es que pasemos inadvertidos. Y, si eso es imposible, que al menos nadie pueda decir, al final del encuentro, que hemos favorecido a ninguno de los dos equipos. Y, qué demonios, pese a haber realizado un arbitraje desastroso el miércoles en Múnich, la Fiorentina no pudo acusarlo de haber manipulado a conciencia el resultado. 


Y eso, paradójicamente, es lo que más culpable hace al noruego. Tan malo fue que se equivocó en todo. En ninguna de las jugadas en las que se le exigió tomar una decisión trascendental acertó.


Es cierto que los viola se fueron calentitos a la ducha después de que en el minuto 89 Klose marcara el gol de la victoria (2-1) a puerta vacía en un evidente fuera de juego. El delantero alemán estaba un par de metros adelantado. Es cierto que a eso hay que añadir que Henning había expulsado muy rigurosamente al italiano Gobbi pocos minutos antes por manotear a Robben en una jugada junto a la banda. Pero también es cierto que el primer gol bávaro vino después de un despropósito total del trencilla, que anuló un tanto del alemán Mario Gómez para pitar un penalti a favor de los teutones. También de pequeños nos enseñaron a todos que penalti-gol es gol. A punto estuvo Henning de perjudicar gravemente al Bayern.

Cuando pitas así de mal, llegas al vestuario resoplando y tan jodido que te sientas en tu banquillo y no puedes culpar a nadie. Si el linier marcó esa expulsión que no era, para eso estabas tú. Debiste sopesar si el partido necesitaba esa roja o lo podías solventar con una amarilla. Si ese mismo juez de línea no te levantó la banderita ante la posición ilegal de Klose en el gol decisivo, pues para eso también estabas tú, que cuando empezabas a pitar en regional no tenías asistentes y debiste aprender a intuir los fueras de juego.


Ahora, la FIFA te ha borrado de la lista del Mundial y los medios italianos hacen correr la especie de que la UEFA no te va a dejar pitar más en esta Champions. Ahora, esos mismos que no escucharon a Drogba, ésos que te permitieron seguir pitando pese a tus horribles antecedentes, los mismos que no te hicieron pasar por la báscula pese a tu evidente sobrepeso... ésos, son los que te abandonan y, al calor de tus errores, dicen –otra vez– que quizá se deba ayudar al arbitraje con tecnología.


Eso fue lo que deslizó el prestidigitador Blatter el jueves, "apesadumbrado", dijo, "por ver a un árbitro de nuevo en las portadas". Aventuró incluso que lo del vídeo podría aplicarlo en el inminente Mundial de Sudáfrica, ése al que ya no irás. A tus 44 años, te querías despedir allí del arbitraje internacional. Quizá ya lo has hecho


Ahí estás. En el banquillo del vestuario del Allianz Arena de Múnich, sentado, y repasando lo mal que lo hiciste. Lo mal que lo has hecho


periodistaycolegiado@elmundo.es

domingo, 21 de febrero de 2010

Mejor equivocado que manipulado

Parece raro que Teixeira se haya dejado llevar por esta corriente vengativa de los tipos del silbato. No resulta verosímil imaginar al buen árbitro cántabro plegándose a órdenes con esa motivación. Pero un partido como el Mallorca-Sevilla, que no fue especialmente duro ni agresivo, no puede acabar con tres jugadores expulsados. No hubo motivos.


Se escribieron estas líneas antes de que el trencilla hiciera llegar su acta a la Federación. Es decir, sin haber podido consultarla. Pasados unos minutos, el acta está en la web y averiguamos a qué atribuye el colegiado las expulsiones de Negredo, de Ramis y de Zokora. La última, en los minutos finales, parecía tener sencilla explicación: doble amonestación. Sin embargo, Zokora también salió con roja directa... Claro, el marfileño se acordó de la madre de uno de los linieres.


A Negredo lo expulsó Teixeira en el minuto 24 por una supuesta patada desde el suelo a un defensa mollorquinista, tras forcejear con él por un balón. Una amarilla hubiera sido más que suficiente. Lo que hace el ex madridista está mal, pero no es para mandarlo a la ducha. De ningún modo.


Y quizá por eso, en el tiempo añadido del final de la primera parte el colegiado aprovechó la primera ocasión que tuvo para compensar el asunto. El central bermellón Ramis vio la roja en una entrada que a lo sumo merecía amarilla. El partido, muy parejo, iba 1-1 desde antes de la primera expulsión. Fue a la vuelta del intermedio que todo se volcó en beneficio sevillista.


No es que Teixeira influyera directamente en el resultado, pero sí lo hizo en el desarrollo del partido. Cuando Ramis se fue a la ducha y, al minuto, recibió a sus compañeros en el descanso, ese vestuario se vio con las fuerzas mermadas ante el poderoso Sevilla. Y se derrumbó luego en el césped. El colegiado del encuentro, celebrado casi siempre en este blog, se equivocó gravemente y varias veces. Queremos creer fue sólo eso, que no cumplía órdenes. Él no lo necesita; es una especie en extinción; es de los buenos.


(Y) Ojito Negredo. Dos últimos partidos, dos expulsiones. Se rompe su resurgir goleador, que tanto necesitaba en un año de mundial. Y está criando mala fama entre los árbitros. Por cierto, ¿lo considerarán reincidente? ¿Competición lo castigará con dos partidos? ¿Se atreverán a privar al Sevilla de Negredo en el Bernabéu? 


periodistaycolegiado@elmundo.es

lunes, 15 de febrero de 2010

Contraofensiva arbitral

Tanto silencio es sospechoso. Desde que arreció la bronca arbitral de cada año, hace un par de jornadas, las poquísimas apariciones de Victoriano Sánchez Arminio ya son ninguna, las alegaciones a competición son desestimadas, los recursos a apelación son archivados y las llamadas a Disciplina Deportiva son desatendidas. Algo pasa.


Y, mientras, los árbitros, calladitos, han pasado al ataque. Cuando Cristiano le soltó el manotazo a Mtiliga él no sabía lo que se iba a montar. Claro, tras cinco años en la Premier recién estrenada su profesionalidad sólo después de tres o cuatro gambetas vestido del Sporting de Lisboa, el portugués no podía imaginar que en la Liga que le disputa al campeonato inglés el título de  'mejor del mundo' se ventilan los asuntos de esta manera. Hoy mismo dice CR9 en El Mundo que no comprende "por qué el tercer comité ni siquiera quiso tratar" el asunto de su sanción de dos partidos. Claro, no lo entiende ni él ni nadie. lo que pasa es que los de aquí estamos más habituados.


Decíamos que los trencillas han pasado al ataque. Y tanto. Aún queda un partido, esta noche, para que termine la jornada 22 de Primera División y en dos semanas, en 19 partidos, llevamos 17 expulsiones. ¡17! Hay de todo, patadas, puñetazos, tirones de pelo... pero también hay dobles amarillas, observaciones al colegiado que éste entiende como desconsideraciones, gestos de desesperación que el trencilla toma como agravios. A la mínima, a la calle.


Todo empezó el sábado 6 de febrero en el Camp Nou. Piqué y Márquez salieron antes del campo por sendas rojas justas, pero opinables. Es decir, que con el reglamento en la mano no hay recurso posible a la decisión de Teixeira Vitienes (hizo bien el barça en no enfangarse y aprovechar el ridículo madridista de la semana anterior para volver a quedar por encima en señorío), pero que otras veces han sido solventadas con amarilla. Los medios culés se soliviantaron, los madridistas reaccionaron y los colegiados, en silencio, se frotaron las manos. La venganza empezaba acosando el supuesto beneficiario de sus favores previos. Mejor coartada, imposible.


Luego vino Mateu Lahoz con la doble amarilla a Pablo Álvarez (mano voluntaria y piscinazo) y a su entrenador, Lotina (por sendas protestas de forma ostensible a decisiones del trencilla), en el Málaga-Deportivo. En el Almería-Sporting, Ayza Gámez mandó a la ducha Flores, por los locales (cortar una ocasión manifiesta de gol con la mano), y por los asturianos, Barral (codazo en la cara a un contrario) y Gregory (tirar el balón a un recogepelotas). Tres rojas más sacó de su bolsillo Muñiz Fernández en el Zaragoza-Sevilla. A Colunga en los locales, por doble amarilla (perder tiempo y una zancadilla) y a Negredo y Stankevicius por los visitantes (por sendas patadas por detrás a un contrario sin intención de jugar el balón).


Este fin de semana hemos tenido siete, ¡siete! Y queda un encuentro. A Tchité lo echó Delgado Ferreiro en El Sardinero por llevarse los dedos a los ojos y hacer el gesto de las gafas mientras decía "éste está ciego, que no lo ha visto". ¿Es eso un insulto, motivo de expulsión, ofensa o algo así? Además, tenía razón en su reclamación el delantero de Burundi, lo habían derribado, pero se fue a la calle.  


En Cornellá-El Prat, el Depor también se quedó con uno menos esta semana. Antonio Tomás salió antes de tiempo porque Velasco Carballo le cazó en un manotazo como el de Cristiano. En Zorrilla, Fernández Borbalán expulsó a Ander Herrera, del Zaragoza, por una zancadilla... 


¿Y las otras cuatro expulsiones? Todas en el patio de la cárcel en que se convirtió El Madrigal. Patadas, tirones de pelo, gritos, amenazas, "te espero a la salida"... Fueron cuatro a la calle como pudieron irse casi todos. Un asco y un desprecio al fútbol y a sus aficionados. Si un manotazo en la cara vale dos partidos de sanción a un jugador a quien únicamente se le puede discutir si es demasiado ambicioso, cuántos deberían caerle a los Orbaiz, Godín y Javi García. Y cuánta reflexión debería hacer el que supuestamente debe liderar al histórico y señorial Athletic, ese Joaquín Caparrós a quien, si algo se le puede discutir, es si sus equipos rebasan el límite de la agresividad siempre o casi siempre...




Esto sí atenta contra el fútbol, esto sí debería juzgarse con una sanción ejemplar, los niños que lo miraron deberían recibir un mensaje claro de que eso no está bien. No han demostrado seguir un camino coherente ni árbitros ni comités desde hace años, teniendo en cuenta que las expulsiones y sanciones están para marcar claramente qué sí y qué no es admisible. Tampoco en esta contraofensiva arbitral de la que hablamos está habiendo un criterio reconocible. Aunque esto de Villarreal puede ser un punto de inflexión. A ver qué hacen el Comité, el otro comité y "el tercer comité".


periodistaycolegiado@elmundo.es

lunes, 8 de febrero de 2010

Ambiente de villarato

Hoy Marca se escandaliza de que el Barça se queje de los árbitros, con grandes caracteres, con fondo negro en su portada, poniendo ejemplos de varias jugadas que, en esta misma temporada, alimenta la teoría instalada de que los colegiados favorecen a los culés. Mientras, Sport reserva un espacio menor para el asunto, pero desde la posición victimista que corresponde a su público principal.


El sábado, la sección de Deportes de El Mundo abría con la supuesta preocupación que se ha instalado en la Federación Española de Fútbol por la crispación creciente no ya sólo en los medios, sino en los propios futbolistas, en los dirigentes, en las aficiones... Debió de haber orden: 10 expulsados, nueve jugadores y un entrenador.


El Camp Nou se levantó de sus asientos en la noche del sábado cuando Teixeira expulsó a Piqué y luego a Márquez. El árbitro cántabro, uno de los mejores de la categoría, acertó en ambas decisiones y no se arredró. "¿Ven como no nos regalan nada, ven como nos sacan rojas como a los demás?", dirá algún barcelonista. Incluso el trencilla pudo alimentar la teoría de la contraconspiración, ésa que hizo sacar los pañuelos a los culés. "Claro, como los madridistas están llorando, ahora los del pito se vuelven en nuestra contra".


Deportivamente, no. Teixeira quizá pudo dejar en amarilla lo de Piqué, como incluso dijo Míchel, técnico del Getafe, pero la roja, reglamento en mano, es correcta. Y la de Márquez, indiscutible. Y dialécticamente, nos lo hemos buscado. La tensión se ha venido alimentando en una prensa partidista y poco objetiva, que sólo destaca los hechos que le benefician en ventas. Pero sólo se alimenta al que pide comida, y este fútbol nuestro lleva tiempo haciendo todo lo posible por llegar a esto.


Es la falta de profesionalidad rampante la causa primera de todo esto. Dirigentes federativos, de la Liga, de los clubes y de los comités, todos, parecen confabulados para engordar la madeja de las conveniencias, ésa que sólo lleva a que todos tengan motivos y ninguno tenga razón.


Los árbitros no son independientes y sus decisiones, por ello, se ven condicionadas por el ambiente (10 rojas, récord de la temporada). Y como gobierna el ambiente, todos han llegado a la conclusión de que el que más ruido haga, más influirá y más rédito sacará para lo suyo. Y como desde los despachos nadie ha mostrado coherencia como para ganarse la autoridad moral de mandar callar, la bola de nieve crece y crece. Si alguien habla o da una patada, según cómo se reaccione desde los medios, se le meten más o menos partidos. Y por eso ya sabíamos la noche del sábado que alguien titularía "¿y cuántos partido son esto?" con una foto de la entrada de Piqué. Lo hizo Marca. Y ya sabíamos que otros abrirían celebrando la victoria del Barça "sobre el árbitro". Lo hizo Sport.


Todos deseamos que alguien con autoridad haga y deshaga con criterio y que eso vaya dejando poso y que, al paso de unos pocos años, nos podamos evitar este peñazo. Pero si aquél que es señalado como mesías y ejemplo es capaz de afirmar "yo le digo a los jugadores que los árbitros no existen" sólo dos minutos después de jalear a sus 100.000 aficionados con aspavientos de todos los colores para echarlos encima del colegiado, es que el Villarato, ese invento, debe ser el nombre que le demos al ambiente que hay. Quizá el presidente de la Federación podría ser distinto.


periodistaycolegiado@elmundo.es

viernes, 5 de febrero de 2010

Lo peor es lo que tú sabes, Mateu

Entras en el vestuario resoplando. Todo está negro, mal. Te quitas el interfono y con él varios pelillos de la mejilla. Más que quitártelo, te lo has arrancado. Miras a tu asistente a los ojos y él los rehúye. Se da la vuelta y hace como que se tiene que lavar las manos. El otro juez de línea sí te mira. Poco, pero lo hace. Con un gesto como de 'vaya, hombre, lo siento'. El cuarto árbitro aún no entrado. Está de papeleos.


Te derrumbas en la banqueta y envuelves tu cara en las manos. Esa cara de tonto que se te ha quedado por tu propia culpa. No dejas de ver y ver en tu cabeza la jugada. Cada vez que cierras los ojos, lo ves. Sabes que Jurado fue trabado tan lejos del área que te preguntas cómo se te ocurrió pitarlo dentro. Sabías que había sido fuera, pero una decisión como ésa, con tantas implicaciones, en tan poco tiempo... Para asegurarte miraste a tu linier, mientras corrías hacia la zona de la falta. Él te miraba y esperaba. La decisión es tuya, jefe. Y decidiste.


Ahora te lloverán los palos. Y lo peor no es eso, lo peor es que tendrán razón. Otras veces, los medios, los jugadores, los entrenadores, los presidentes se lanzan a degüello sin tener la verdad de su mano. Lo hacen para tapar otras vergüenzas a tu costa. Ahí no duele, sólo molesta. 


Otras veces tienes la excusa del error de interpretación. Pero ahora estás desnudo bajo la ducha y ante ellos. No hay excusa. Y lo sabes.


Cuando corrías señalando la falta te han pillado las cámaras de la tele. Estabas tan bien colocado en la jugada que eso irá en tu contra. Nadie se creerá que te equivocaste. Pitaste la infracción, que fue evidente y flagrante. La jugada del Atleti era muy buena y parecía de ésas que iba a acabar en gol. De ésas que por muy árbitro que seas, por mucho o muy poco que te guste ese equipo como aficionado, estás deseando que acabe bien. Estás disfrutando en el campo como un espectador privilegiado. Y entonces todo se cae de golpe. Vuelves a ser árbitro y cuando caes en esa cuenta ya has pitado y te diriges hacia la zona de la zancadilla y del posterior agarrón. 


Tu carrera te dirige hacia fuera del área. Pero te entra la duda. ¿Y si ha sido dentro? Estaba tan concentrado en el juego, en la parte lúdica de mi trabajo, en la suerte que a veces tenemos los árbitros de poder asistir tan de cerca a un buen espectáculo... ¿Y si ha sido dentro? Miras a tu linier y él, con los ojos como platos, no te dice nada. Se mueve lateralmente en el mismo sentido que tú. Y de repente se te cae el mundo encima, porque te ves corriendo para dentro del área. Los jugadores del Atleti, todos, te miran fijamente, y crees que están esperando que pites penalti. Y lo pitas.


Y tu línea también ha rectificado su carrera. No te está ayudando mucho, porque él no ha opinado, pero tampoco te lleva la contraria. Eso sí, luego le susurrará a los jugadores del Racing que él no ha sido, que la decisión ha sido sólo tuya. También le pilló la tele. Estás solo en esto. Y te plantas en el área, señalando muy firme el punto de penalti deseando, desde ya, que lo falle lo tire quien lo tire. Porque, aunque deseas haber acertado, en el fondo de tu intuición como árbitro, ésa que te ha llevado a Primera División, sabes que la has cagado. Y Forlán hace gol.


Y entonces ya sabes que, ahora sí, con el 3-0 en el marcador, alguien se acordará de aquella mano de Antonio López que no señalaste en el área del Atleti. Hasta entonces, el baño era tan grande que nadie se iba a acordar de reivindicar al Racing. Es un equipo pequeño y los colchoneros estaban pasándoles por encima. Quién iba a decir nada. "Perder por goleada y acordarse del árbitro no tiene sentido", se dice. Ya, pero ahora ya es distinto. Y lo sabes.


La ducha hierve tu piel. Frotas pero nada podrá quitarte de encima esa mancha. Casi agradeces esa norma amordazante que no te deja hablar públicamente sobre tu trabajo. Porque si los periodistas tuvieran acceso a ti querrías quitártelos de encima, para no chillar, gritar tu desesperación. En lugar de eso, te tendrías que defender, y no sabrías cómo, de eso que ha aparentado tu decisión: que el Atleti tenía que pasar, que había predisposición... 


Pero nadie te va a molestar, te puedes esconder, aunque lo que has hecho lo ha visto todo el mundo. Y lo peor de todo, Mateu Lahoz, tú lo sabes.


periodistaycolegiado@elmundo.es