

Pero Undiano estaba también tan interesado en ser simpático que ni ahí le sacó la amarilla a Alonso. Tuvo el ex del Liverpool que hacer una feísima entrada a destiempo al Toto Salvio al acabar el choque para lograr 'su' tarjeta. Tuvo que jugarse la pierna de un compañero para que el trencilla se diera cuenta.
El colegiado se pasó el duelo dejando jugar, y sacó amarillas innecesarias, como la de Arbeloa, que más que innecesaria fue equivocada. Y perdonó constantemente las de Alonso y las que pudo sacar varias veces a Assunçao por el equipo colchonero. La gente hablará de que el madridista no debió acabar el partido, pero el portugués del Atlético también debió ser expulsado. ¿Que hubiese sido excesivo para un partido tan poco agresivo? Es posible, pero el reglamento dice lo que dice y, más allá de que hay que interpretarlo (que es cierto), lo cierto es que hay que cumplirlo. Y Undiano no lo hizo. Por eso decimos que tuvo suerte de que éste fuera un Madrid-Atleti de esta época y no de las pasadas, porque tanta condescendencia con entradas que eran de amonestación, hace unos año le hubiese costado perder las riendas del partido. Con jugadores más comprometidos con el escudo, más pegados a los colores, de ésos que veían en un derbi una ocasión de pisotear con rabia al rival de enfrente, Undiano hubiese sido machacado en todas las portadas al día siguiente.
No será así. Pero mereció un cero. Ya le pasó en el Barça-Madrid de la primera vuelta. No fue una buena actuación aquélla ni lo ha sido ésta. Undiano es el mejor árbitro de España. De largo lo es. E irá al Mundial de Sudáfrica en representación de nuestro arbitraje. Peo deberá aprender a no ser tan 'bueno', pues si en partidos tan clave como estos dos citados ha fracasado, una actuación tan poco firme en el mayor escaparate del fútbol le podría condenar como un mal colegiado. Como, por otra parte, siempre les pasa a los árbitros españoles cada vez que cruzan la frontera.
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