lunes, 29 de marzo de 2010

Undiano equivoca su camino al Mundial


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El derbi le salió bien, pero no porque lo hiciera bien. Undiano Mallenco dirigió de muy mala manera un partido que no se le escapó porque los Real Madrid-Atlético de hoy en día distan mucho de ser aquéllos en los que Buyo y Míchel humillaban (o trataban de hacerlo) a Futre y Pizo Gómez. Quizá en un choque como los de esos años 80 el colegiado navarro también triunfaría, quizá. Pero nos hemos quedado sin saberlo. Su trabajo lo planteó hacia el objetivo de todo árbitro: pasar inadvertido. Pero eso es lo que uno desea que pase al final del encuentro, no lo que debe buscar constantemente.


Undiano trató de que nadie le culpara de dejar al Madrid con 10 o de ser intransigente con las faltas en medio campo del Atleti. Xabi Alonso, que tuvo dos destellos pero que hizo un partido lamentable, debió ser expulsado por doble amarilla en al menos dos ocasiones. Sin embargo, sólo vio una tarjeta de ese color y porque ya era clamoroso. Decíamos que el tolosarra jugó mal, cuando no es nuestro cometido juzgar a un futbolista, y lo decíamos porque se pasó el encuentro buscando la amarilla que lo liberara de viajar a Santander y que lo habilitara para preparar el clásico ante el Barça durante dos semanas limpio de amonestaciones en su ciclo particular. Tanto se empeñó que se le fue la cabeza e hizo un remate de voleibol en su propia área forzando un penalti estúpido, inesperado e imperdonable en un futbolista del Madrid. Recordó la memez de Mino, también en los 80, en el Olímpico de Múnich. Tontería que condenó entonces a aquel Madrid y que a punto estuvo de condenar a este Madrid. Por suerte nadie hizo la tontería de Juanito también en Múnich, cuando le pisó la cabeza a Mathäus. Nadie lo hizo en el Bernabéu.


Pero Undiano estaba también tan interesado en ser simpático que ni ahí le sacó la amarilla a Alonso. Tuvo el ex del Liverpool que hacer una feísima entrada a destiempo al Toto Salvio al acabar el choque para lograr 'su' tarjeta. Tuvo que jugarse la pierna de un compañero para que el trencilla se diera cuenta.


El colegiado se pasó el duelo dejando jugar, y sacó amarillas innecesarias, como la de Arbeloa, que más que innecesaria fue equivocada. Y perdonó constantemente las de Alonso y las que pudo sacar varias veces a Assunçao por el equipo colchonero. La gente hablará de que el madridista no debió acabar el partido, pero el portugués del Atlético también debió ser expulsado. ¿Que hubiese sido excesivo para un partido tan poco agresivo? Es posible, pero el reglamento dice lo que dice y, más allá de que hay que interpretarlo (que es cierto), lo cierto es que hay que cumplirlo. Y Undiano no lo hizo. Por eso decimos que tuvo suerte de que éste fuera un Madrid-Atleti de esta época y no de las pasadas, porque tanta condescendencia con entradas que eran de amonestación, hace unos año le hubiese costado perder las riendas del partido. Con jugadores más comprometidos con el escudo, más pegados a los colores, de ésos que veían en un derbi una ocasión de pisotear con rabia al rival de enfrente, Undiano hubiese sido machacado en todas las portadas al día siguiente


No será así. Pero mereció un cero. Ya le pasó en el Barça-Madrid de la primera vuelta. No fue una buena actuación aquélla ni lo ha sido ésta. Undiano es el mejor árbitro de España. De largo lo es. E irá al Mundial de Sudáfrica en representación de nuestro arbitraje. Peo deberá aprender a no ser tan 'bueno', pues si en partidos tan clave como estos dos citados ha fracasado, una actuación tan poco firme en el mayor escaparate del fútbol le podría condenar como un mal colegiado. Como, por otra parte, siempre les pasa a los árbitros españoles cada vez que cruzan la frontera.


periodistaycolegiado@elmundo.es

jueves, 25 de marzo de 2010

Pecados del dios prepotente

Seguramente él tenga algo de culpa, porque cada uno es responsable de sus actos. Pero le hemos venido alimentando el ego desde hace año y medio. Por mucho que uno trate de ser humilde, si millones de personas se arrodillan a tu paso a través de las ondas hertzianas, de los rayos catódicos, de las crónicas de prensa, si en un teatro los actores cambian el texto de la obra para pedirte que renueves, si 100.000 almas lloran de gusto al ver tu obra... es muy probable que te vuelvas loco y te creas, de verdad, el mesías. O al menos, en posesión de la verdad... o quizá, simplemente, con un argumento de autoridad superior al de los que te rodean. ¿No te respetan tanto todos? Pues será porque lo haces bien, porque te lo has ganado, y los números, además, lo dicen. No sólo lo haces bonito y elegante, es que además arrasas.


El Barça nunca ha sido así. La prepotencia era el pecado del Madrid. La soberbia es un pecado que nace del exceso de humildad. El público del Bernabéu aplaude más el sudor que la virtud y vibra más con una carrera desesperada e inútil por un balón que se escapa que por una virguería técnica igual de inútil. Ésa es la esencia del Madrid, y por eso, pese a que los medios no hagan caso a aquella generación, los madridistas de más de 35 años siguen recordando más a Camacho y Santillana que a Butragueño y Martín Vázquez. Juanito antes que Míchel y Stieleke por delante de Sanchis hijo. Es así. Y de esa superioridad histórica basada en la lucha constante, de ese mérito indudable fundado en no rendirse nunca, nace una sensación de que puedes mirar a los demás por encima del hombro. No te esfuerces, que por mucho que juegues, yo pondré mi calidad y, además, le echaré testosterona... te ganaré. Y, al final, llega un día en que malcomprendes eso, al menos un rato, y se te escapa en público un "me lo merezco" con el que todo el mundo está de acuerdo, pero que todos coinciden en que deberías haberte callado.


Después de ese desliz puntual de un grandísimo jugador más arriba citado, lleno de valores y admirable tanto dentro como fuera del césped, el Madrid tardó mucho en recuperar su esencia. Curiosamente, hasta la temporada en la que ese genio lo dejó. Mal que nos pese escribirlo.


A Guardiola le está pasando lo mismo. Malcomprende la admiración que tenemos por él y confunde su pose de humildad con humildad verdadera. Cree que todo lo que diga tendrá el sello de la modestia desde la que se ganó su enorme prestigio y abusa de ello

¿Que Clos Gómez miente en el acta? No lo sabremos nunca. Pero el árbitro, como autoridad, tiene presunción de veracidad en lo que escribe en el acta. Es necesario. Alguien ha de tener esa prerrogativa, como los policías en la calle. Y, por eso mismo, cuando a un trencilla se le pille en un renuncio habrá que ser extremadamente más duro en la sanción con él que con otro actor del mundo del fútbol. Pero si el entrenador del Barça (ojo, digo del Barça) es capaz de decir que un árbitro ha mentido (ojo, digo ha mentido) en un acta, debe poder probarlo. Si no, debe ser castigado duramente, y no con un expediente que quedará en agua e borrajas.


Ya venimos diciendo en este blog que Xavi o Iniesta están cayendo en la autocomplacencia últimamente. Desde cierta suprioridad que les hemos alimentado desde los medios y en cuya trampa ellos han caído, se refieren a las cosas del Madrid, a las cosas de los árbitros, hablando en tono papal. Y ayer Guardiola, socarrón, reconoció que su equipo saltó más tarde al campo tras el descanso en su duelo ante Osasuna, porque "se le calentó la lengua"... El colegiado mandó avisar varias veces a los azulgrana mientras, humillado en su autoridad, esperaba en el centro del campo, junto a los osasunistas, cuyos músculos se enfriaban (al tiempo que a Camacho, en el banquillo visitante, algo se le calentaba). Ese desprecio es síntoma de lo mismo que decíamos antes


Alguien debería decirle: "oiga, señor Guardiola, es nuestro campo, pero durante el partido manda el del silbato. Y usted obedece. Y si le ordenan llamar, usted pide disculpas y manda a sus jugadores escopetados al terreno de juego..."  A no ser que Velasco Carballo haya mentido también en su acta al decir que usted les hizo esperar, o al decir que los mandó llamar. A lo mejor fue eso.


periodistaycolegiado@elmundo.es

lunes, 1 de marzo de 2010

Si vas a acertar, al menos hazlo bien

Publicado en EL MUNDO el 1 de marzo de 2010


Lo que hizo ayer Pérez Burrull atenta contra su propia autoridad, menoscaba la credibilidad de la competición, ataca el prestigio del colectivo arbitral y es totalmente irregular. Pero, lo que es peor, carece de todo sentido común. Que un árbitro salga corriendo a consultar a un tipo en chándal que está sentado en la bocana de vestuarios una decisión tan grave como un penalti y expulsión es una locura. ¿Por qué lo hizo? ¿Acaso confiaba más en el criterio de otro? ¿Estaba nervioso, ofuscado, asustado? ¿Notó que iba de error en error? Todas esas preguntas --las únicas que a este humilde analista se le ocurren-- confirman la sospecha habitual con Burrull, que algo no funciona bien en el desempeño de ese árbitro.

El trencilla había perdido el norte desde la jugada en la que el Valencia se adelantaba en el marcador. Se había tragado un penalti de Banega a Reyes y en el contraataque vino el gol visitante. A los pocos minutos, Burrull no se atrevió a ver la mano de Marchena y estalló el estadio. Demasiado para cualquier árbitro, y más para él, nervioso como es. Así que, desasistido por su linier, el colegiado decidió lo peor, preguntar a un compañero ubicado a más de 50 metros de la jugada. La conducta del trencilla sólo se explica si una tele furtiva le hubiese chivado al cuarto árbitro lo que había pasado. Él no tiene un monitor, tal vez algún cámara se lo contó… Y entonces añadimos otro nudo a la madeja. ¿Penalti y expulsión desde 50 metros? Aunque se acierte en la decisión, es un error.

La FIFA no permite acudir al vídeo para tomar una decisión en pleno partido. De hecho, prohíbe que se emitan jugadas conflictivas en los marcadores de los estadios. La FIFA viene negándose sistemáticamente a aplicar la tecnología al fútbol y, desde que existen los vídeos digitales capaces de rebobinar en directo y en pocos segundos, la FIFA huye de ellos como de la peste. En su lugar, el prestidigitador Blatter y su ayudante en la UEFA, el otrora genial Platini, se inventan nuevos puestos de trabajo. Este año recuperaron la figura del juez de área, abandonada antes del desembarco de Normandía. Y hace unos años, idearon el empleo de cuarto árbitro.

Como había que darle unas atribuciones y no sólo un chándal oficial y un buen sueldo, el Reglamento del Juego le otorga responsabilidades tan relevantes como la de "comprobar el equipamiento de los sustitutos antes de que éstos entren en el terreno de juego" o  "informar al árbitro del comportamiento irresponsable de cualquiera que ocupe el área técnica". Nada dice de que sea él quien deba ayudar el colegiado si ni él ni sus linieres saben si ha habido penalti.

Pérez Burrull no es un gran árbitro. Sus condiciones físicas innegables y su conocimiento del reglamento quedan taponados por su torpeza en la toma de decisiones graves. Suele equivocarse y el duro carácter de este árbitro cántabro no le ayuda a admitir sus errores. Hace un año la montó en el Bernabéu decidiendo que Juanfran se había tirado dos veces en el área del Madrid. Le sacó por ello dos amarillas al de Osasuna y lo mandó a la calle con el consejo chulesco de "si te vas a tirar, al menos hazlo bien". Curiosamente, fuentes del equipo navarro revelaron que, en el túnel de vestuarios y ante las advertencias de que la televisión le revelaría sus errores, el árbitro se volvió contra ellos para espetarles "os podéis meter la televisión por el culo". Hoy la utilizará para ver lo mal que lo hizo ayer en el Calderón. Cuando uno tiene limitaciones, debe ser capaz de superarlas. Y si no sabes qué hacer, Burrull, no le cargues tu responsabilidad al cuarto árbitro. Aunque vayas a acertar, “al menos, hazlo bien".

periodistaycolegiado@elmundo.es