Publicado en EL MUNDO en Orbyt el 9 de mayo de 2010
Grandiosa jornada, pese a que el comité de designación se había columpiado de mala manera. Eligió a un árbitro bueno y a otro malo para los dos duelos clave del curso. Undiano Mallenco dirigió el Sevilla-Barcelona y Muñiz Fernández el Real Madrid-Athletic. Pronto se vio la diferencia entre ambos. Uno será nuestro representante en el Mundial y está considerado el mejor de España. El otro consta en la lista de colegiados que los aficionados no quieren para pitar a su equipo, porque son como un tiro al aire. Nunca sabes a quién le tocará la bala.
Y la bala le cayó a Amorebieta en el minuto 19. Cometió mano, sí. En el área, sí. Era penalti, claro. Pero jamás se puede sacar una tarjeta roja a un defensor porque el balón le golpee en su extremidad superior izquierda. La pena máxima es evidente, pues cortó la trayectoria de un balón que se iba directo al arco de su portero; pero de ahí a expulsarlo... Una roja merece no sólo una ocasión manifiesta de gol (que sería discutible si los pocos metros que había recorrido el cuero desde la bota madridista la completaban como tal), sino una voluntariedad clara por parte del infractor. Eso no se dio de ningún modo. Y la jugada condicionó el choque. Los bilbaínos acabaron renqueantes ante la avalancha blanca, que se animaba por la presunta remontada sevillista ante el Barça. El Athletic no podía más, con un jugador menos más de 70 minutos.
Muñiz no es un buen árbitro. Pero Undiano tampoco se lució en Sevilla. Todo su prestigio lo viene manchando últimamente con arbitrajes diplomáticos y condescendientes. Así fue en el Clásico de la primera vuelta en el Camp Nou. Así fue en el derbi del Bernabéu Real Madrid-Atlético; y así fue ayer. Acabó resoplando, qué menos, tras un duelo bestial entre el Sevilla y el sideral Barcelona de Guardiola. Pero se le notó la prisa por irse al vestuario y no buscarse problemas.
Quizá se acordó de Teixeira, manejando el acta a posteriori en el Villarreal-Barcelona, para no tener que explicar por qué a un expulsado por doble amarilla, Busquets, le permitió ser sustituido. Undiano tenía ayer la cabeza embotada tras un choque muy duro, de muchas patadas, y acababa de obviar, tres minutos antes, un penalti enorme de Piqué sobre Kanouté... Así que, pese a haber amonestaciones y sustituciones en el descuento, no alargó los tres minutos que había decretado, y a correr. Él a su caseta. Y los jugadores del Barça a abrazarse. La Liga, esta hermosa Liga, está en sus manos.
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