Publicado en EL MUNDO el 22 de febrero de 2010

¿Quién pitaba aquel día? Tom Henning Ovrebo, un recio colegiado noruego, de ésos cuya imagen debería imponer respeto, si no fuera porque su ejecutoria deja mucho que desear. Alguien debió hacer caso aquel día a Drogba, en lugar de sancionarlo con cuatro partidos. Si algún capitoste de la UEFA hubiese escuchado nos habríamos ahorrado el bochorno del pasado miércoles en el Allianz de Múnich. Pero prefirieron dejarlo pasar.

Henning, muy pasado de kilos, apareció el miércoles por la capital bávara junto a su equipo arbitral con más de 15 años de internacionalidad a sus espaldas. El noruego no es un cualquiera; ha sido elegido cinco veces mejor árbitro de su país; ha pitado dos finales de la Copa de Noruega; ha participado en una Eurocopa; y fue elegido por la UEFA para aquella semifinal de Champions.
Tom Henning, con su experiencia y bagaje, debería ser un árbitro de garantías. Pero no lo es. La Liga de su país está parada por el invierno y él no ha controlado su dieta. En la Euro 2008 sólo dirigió dos partidos antes de que la UEFA lo mandara a casa tras una mala actuación en un decisivo Italia-Rumanía, anulando un gol legal a Luca Toni.
Tom Henning Ovrebo sabe que, de pequeños, cuando entramos en los cursillos de árbitro, los monitores nos dijeron que lo mejor es que pasemos inadvertidos. Y, si eso es imposible, que al menos nadie pueda decir, al final del encuentro, que hemos favorecido a ninguno de los dos equipos. Y, qué demonios, pese a haber realizado un arbitraje desastroso el miércoles en Múnich, la Fiorentina no pudo acusarlo de haber manipulado a conciencia el resultado.
Y eso, paradójicamente, es lo que más culpable hace al noruego. Tan malo fue que se equivocó en todo. En ninguna de las jugadas en las que se le exigió tomar una decisión trascendental acertó.
Es cierto que los viola se fueron calentitos a la ducha después de que en el minuto 89 Klose marcara el gol de la victoria (2-1) a puerta vacía en un evidente fuera de juego. El delantero alemán estaba un par de metros adelantado. Es cierto que a eso hay que añadir que Henning había expulsado muy rigurosamente al italiano Gobbi pocos minutos antes por manotear a Robben en una jugada junto a la banda. Pero también es cierto que el primer gol bávaro vino después de un despropósito total del trencilla, que anuló un tanto del alemán Mario Gómez para pitar un penalti a favor de los teutones. También de pequeños nos enseñaron a todos que penalti-gol es gol. A punto estuvo Henning de perjudicar gravemente al Bayern.
Cuando pitas así de mal, llegas al vestuario resoplando y tan jodido que te sientas en tu banquillo y no puedes culpar a nadie. Si el linier marcó esa expulsión que no era, para eso estabas tú. Debiste sopesar si el partido necesitaba esa roja o lo podías solventar con una amarilla. Si ese mismo juez de línea no te levantó la banderita ante la posición ilegal de Klose en el gol decisivo, pues para eso también estabas tú, que cuando empezabas a pitar en regional no tenías asistentes y debiste aprender a intuir los fueras de juego.
Ahora, la FIFA te ha borrado de la lista del Mundial y los medios italianos hacen correr la especie de que la UEFA no te va a dejar pitar más en esta Champions. Ahora, esos mismos que no escucharon a Drogba, ésos que te permitieron seguir pitando pese a tus horribles antecedentes, los mismos que no te hicieron pasar por la báscula pese a tu evidente sobrepeso... ésos, son los que te abandonan y, al calor de tus errores, dicen –otra vez– que quizá se deba ayudar al arbitraje con tecnología.

Ahí estás. En el banquillo del vestuario del Allianz Arena de Múnich, sentado, y repasando lo mal que lo hiciste. Lo mal que lo has hecho.
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