
Ahora te lloverán los palos. Y lo peor no es eso, lo peor es que tendrán razón. Otras veces, los medios, los jugadores, los entrenadores, los presidentes se lanzan a degüello sin tener la verdad de su mano. Lo hacen para tapar otras vergüenzas a tu costa. Ahí no duele, sólo molesta.
Otras veces tienes la excusa del error de interpretación. Pero ahora estás desnudo bajo la ducha y ante ellos. No hay excusa. Y lo sabes.
Cuando corrías señalando la falta te han pillado las cámaras de la tele. Estabas tan bien colocado en la jugada que eso irá en tu contra. Nadie se creerá que te equivocaste. Pitaste la infracción, que fue evidente y flagrante. La jugada del Atleti era muy buena y parecía de ésas que iba a acabar en gol. De ésas que por muy árbitro que seas, por mucho o muy poco que te guste ese equipo como aficionado, estás deseando que acabe bien. Estás disfrutando en el campo como un espectador privilegiado. Y entonces todo se cae de golpe. Vuelves a ser árbitro y cuando caes en esa cuenta ya has pitado y te diriges hacia la zona de la zancadilla y del posterior agarrón.
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Y tu línea también ha rectificado su carrera. No te está ayudando mucho, porque él no ha opinado, pero tampoco te lleva la contraria. Eso sí, luego le susurrará a los jugadores del Racing que él no ha sido, que la decisión ha sido sólo tuya. También le pilló la tele. Estás solo en esto. Y te plantas en el área, señalando muy firme el punto de penalti deseando, desde ya, que lo falle lo tire quien lo tire. Porque, aunque deseas haber acertado, en el fondo de tu intuición como árbitro, ésa que te ha llevado a Primera División, sabes que la has cagado. Y Forlán hace gol.
Y entonces ya sabes que, ahora sí, con el 3-0 en el marcador, alguien se acordará de aquella mano de Antonio López que no señalaste en el área del Atleti. Hasta entonces, el baño era tan grande que nadie se iba a acordar de reivindicar al Racing. Es un equipo pequeño y los colchoneros estaban pasándoles por encima. Quién iba a decir nada. "Perder por goleada y acordarse del árbitro no tiene sentido", se dice. Ya, pero ahora ya es distinto. Y lo sabes.
La ducha hierve tu piel. Frotas pero nada podrá quitarte de encima esa mancha. Casi agradeces esa norma amordazante que no te deja hablar públicamente sobre tu trabajo. Porque si los periodistas tuvieran acceso a ti querrías quitártelos de encima, para no chillar, gritar tu desesperación. En lugar de eso, te tendrías que defender, y no sabrías cómo, de eso que ha aparentado tu decisión: que el Atleti tenía que pasar, que había predisposición...
Pero nadie te va a molestar, te puedes esconder, aunque lo que has hecho lo ha visto todo el mundo. Y lo peor de todo, Mateu Lahoz, tú lo sabes.
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