lunes, 15 de febrero de 2010

Contraofensiva arbitral

Tanto silencio es sospechoso. Desde que arreció la bronca arbitral de cada año, hace un par de jornadas, las poquísimas apariciones de Victoriano Sánchez Arminio ya son ninguna, las alegaciones a competición son desestimadas, los recursos a apelación son archivados y las llamadas a Disciplina Deportiva son desatendidas. Algo pasa.


Y, mientras, los árbitros, calladitos, han pasado al ataque. Cuando Cristiano le soltó el manotazo a Mtiliga él no sabía lo que se iba a montar. Claro, tras cinco años en la Premier recién estrenada su profesionalidad sólo después de tres o cuatro gambetas vestido del Sporting de Lisboa, el portugués no podía imaginar que en la Liga que le disputa al campeonato inglés el título de  'mejor del mundo' se ventilan los asuntos de esta manera. Hoy mismo dice CR9 en El Mundo que no comprende "por qué el tercer comité ni siquiera quiso tratar" el asunto de su sanción de dos partidos. Claro, no lo entiende ni él ni nadie. lo que pasa es que los de aquí estamos más habituados.


Decíamos que los trencillas han pasado al ataque. Y tanto. Aún queda un partido, esta noche, para que termine la jornada 22 de Primera División y en dos semanas, en 19 partidos, llevamos 17 expulsiones. ¡17! Hay de todo, patadas, puñetazos, tirones de pelo... pero también hay dobles amarillas, observaciones al colegiado que éste entiende como desconsideraciones, gestos de desesperación que el trencilla toma como agravios. A la mínima, a la calle.


Todo empezó el sábado 6 de febrero en el Camp Nou. Piqué y Márquez salieron antes del campo por sendas rojas justas, pero opinables. Es decir, que con el reglamento en la mano no hay recurso posible a la decisión de Teixeira Vitienes (hizo bien el barça en no enfangarse y aprovechar el ridículo madridista de la semana anterior para volver a quedar por encima en señorío), pero que otras veces han sido solventadas con amarilla. Los medios culés se soliviantaron, los madridistas reaccionaron y los colegiados, en silencio, se frotaron las manos. La venganza empezaba acosando el supuesto beneficiario de sus favores previos. Mejor coartada, imposible.


Luego vino Mateu Lahoz con la doble amarilla a Pablo Álvarez (mano voluntaria y piscinazo) y a su entrenador, Lotina (por sendas protestas de forma ostensible a decisiones del trencilla), en el Málaga-Deportivo. En el Almería-Sporting, Ayza Gámez mandó a la ducha Flores, por los locales (cortar una ocasión manifiesta de gol con la mano), y por los asturianos, Barral (codazo en la cara a un contrario) y Gregory (tirar el balón a un recogepelotas). Tres rojas más sacó de su bolsillo Muñiz Fernández en el Zaragoza-Sevilla. A Colunga en los locales, por doble amarilla (perder tiempo y una zancadilla) y a Negredo y Stankevicius por los visitantes (por sendas patadas por detrás a un contrario sin intención de jugar el balón).


Este fin de semana hemos tenido siete, ¡siete! Y queda un encuentro. A Tchité lo echó Delgado Ferreiro en El Sardinero por llevarse los dedos a los ojos y hacer el gesto de las gafas mientras decía "éste está ciego, que no lo ha visto". ¿Es eso un insulto, motivo de expulsión, ofensa o algo así? Además, tenía razón en su reclamación el delantero de Burundi, lo habían derribado, pero se fue a la calle.  


En Cornellá-El Prat, el Depor también se quedó con uno menos esta semana. Antonio Tomás salió antes de tiempo porque Velasco Carballo le cazó en un manotazo como el de Cristiano. En Zorrilla, Fernández Borbalán expulsó a Ander Herrera, del Zaragoza, por una zancadilla... 


¿Y las otras cuatro expulsiones? Todas en el patio de la cárcel en que se convirtió El Madrigal. Patadas, tirones de pelo, gritos, amenazas, "te espero a la salida"... Fueron cuatro a la calle como pudieron irse casi todos. Un asco y un desprecio al fútbol y a sus aficionados. Si un manotazo en la cara vale dos partidos de sanción a un jugador a quien únicamente se le puede discutir si es demasiado ambicioso, cuántos deberían caerle a los Orbaiz, Godín y Javi García. Y cuánta reflexión debería hacer el que supuestamente debe liderar al histórico y señorial Athletic, ese Joaquín Caparrós a quien, si algo se le puede discutir, es si sus equipos rebasan el límite de la agresividad siempre o casi siempre...




Esto sí atenta contra el fútbol, esto sí debería juzgarse con una sanción ejemplar, los niños que lo miraron deberían recibir un mensaje claro de que eso no está bien. No han demostrado seguir un camino coherente ni árbitros ni comités desde hace años, teniendo en cuenta que las expulsiones y sanciones están para marcar claramente qué sí y qué no es admisible. Tampoco en esta contraofensiva arbitral de la que hablamos está habiendo un criterio reconocible. Aunque esto de Villarreal puede ser un punto de inflexión. A ver qué hacen el Comité, el otro comité y "el tercer comité".


periodistaycolegiado@elmundo.es

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