
El fútbol es tramposo, como el ser humano, pero se puede paliar o fomentar. Por ahora, lo fomentamos. Es evidente que lo que cuenta es la victoria, por encima de todo. Porque la cosa se basa en una competición y por muy bonito que juegues, sin la emoción de los puntos, de la eliminatoria, esto no se lo tragaría nadie. La prueba está en que tiene más audiencia un Milwaukee-Oklahoma de la NBA (que juegan una castaña) que un partido de los Harlem GlobeTrotters (puro espectáculo).

Pero los comités deben defender el juego, el mismo fútbol. Y han de hacerlo con criterios justos. Y justicia no es darle a todos lo mismo, sino a cada uno lo suyo. Así pues, sanción a Totti y también a Henry. sus acciones, las dos, son malos ejemplos para los que hoy ven fútbol y queremos que nos emocionen en el futuro practicándolo.
Hoy el Barça ha ganado el Mundial de clubes. Enhorabuena. Pero ha estado cerca de no lograrlo porque un árbitro, el mexicano Benito Archundia, había equivocado varias amarillas, había escamoteado un penalti... Al trencilla no se le adivinaban aviesas intenciones, no había desequilibrio de criterio para juzgar a uno u otro equipo, no había perdido las riendas del duelo... No, simplemente se equivocaba en momentos puntualmente decisivos. ¿Se puede admitir que un campeonato tan trascendente como el Mundial de clubes (o que se quiere que lo sea, ése es otro debate) se decida injustamente? Si no llega a aparecer el ángel de la guarda Pedrito en el minuto 88... Archundia habría podido pasar a la historia barcelonista en el mismo capítulo que Guruceta.

Archundia, Mejuto... ambos merecen ayudas, el fútbol merece que los árbitros puedan ser más justos. Se acaba de recuperar una figura del pleistoceno: el juez de gol. Ejerce en la Europa League y aún no ha servido para nada. En un caso como el de Henry quizá sí hubiese podido ayudar. Pero hay una solución mejor en aras de la justicia. Si quieres que un trencilla se equivoque menos, para ello, necesita sólo un vídeo. No dos tíos en chándal detrás de las porterías.
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