viernes, 15 de enero de 2010

La buena ventura de unos pocos

Menuda jornada desastrosa de Copa del Rey. Se han ido de rositas los árbitros, en parte por la suerte de que los equipos más perjudicados por sus decisiones equivocadas han sido los que han pasado de ronda, en parte porque cuando esto no ha pasado, ha sido con clubes de ésos que no tienen un medio poderoso detrás haciendo campaña.

El martes le ocurrió esto al Villarreal con Fernández Borbalán. El andaluz no dio una en las dos ocasiones en que fue exigido. Un árbitro debe saber llevar un partido por el buen camino (cosa que más o menos sí hizo) pero también debe saber acertar cuando su decisión marca un duelo. Y más en el partido de vuelta de una eliminatoria, cuando saber qué ha ocurrido en una jugada es principal. Este colegiado olvidó un claro penalti de Diego López mediada la segunda mitad y, en el descuento, se inventó otro a favor del Celta. No había más que ver la cara de Botelho tirado en el césped del área amarilla. De la risa que le había entrado casi no era capaz de levantarse. Ángel casi ni lo tocó y además el contacto, de existir, fue fuera del área.

Inventarse una pena máxima en el tiempo añadido de un partido así es gravísimo. Borbalán cambió el resultado de la eliminatoria. Era el minuto 94 y el Villarreal pasaba de cuartofinalista de Copa a eliminado.

Pero una gitana le debió de regalar al trencilla una ramita de romero que lo salvó. Y no porque el sacrificado tenga la leve trascendencia mediática de los equipos pequeños. No por eso, no. Porque en realidad es un grande. Un club cuyo entrenador sufre ese expolio y dice en la rueda de prensa posterior que no le importa si el penalti es o no, que lo determinante es que está eliminado; una sociedad cuyos dirigentes no aprovechan para hacer victimismo en ese momento alimentando una campaña a cuenta de su martirio arbitral (aún no han tirado un penalti en lo que va de temporada y sí le han señalado bastantes en contra), un equipo así es un grande. Y además, el Villarreal no tiene un medio poderoso detrás fabricando 12 páginas diarias que hay que alimentar de cualquier polémica más o menos artificial.

De Bernardino González Vázquez no suele esperarse nunca un gran partido. Es un árbitro que necesita tener la fortuna de que el partido sea fácil para no ser protagonista de algún lío. Esa misma fortuna tuvo el Racing. La tuvo con que el Alcorcón le pasó por encima pero no se reflejó en el marcador. Y la tuvo porque esa superioridad no se vio en el luminoso gracias a un colegiado equivocado por su linier. El gallego anuló un gol al Alcorcón que hubiese puesto la eliminatoria a falta de un tanto cuando aún quedaba tiempo por delante para que el partido cambiara. Viendo las imágenes uno se pregunta qué fútbol estaba viendo el asistente. No está en línea en la jugada y levanta la bandera demasiado tarde como para sospechar que lo hace porque había visto fuera de juego. Si lo hubiera visto, habría sido el único en el estadio: no había situación antirreglamentaria. Y levantando tan tarde, cualquiera que se haya dedicado a esto sabe que lo más normal es que la lo hiciera de oído. Era un Segunda B, el Alcorcón, un club majete que ya había sido protagonista eliminando al Madrid, qué van a decir. Y en casa de un Primera, el Racing. Era facilísimo anular ese gol.

Otro que se salvó por la buena ventura fue Clos Gómez. Madre mía qué mal trabajo hizo en el Pizjuán. De inicio, por culpa de su asistente, que le indicó que pitara un fuera de juego de Navas donde no lo había. Y jugada de gol anulada. Luego, inventándose un soplido de Negredo sobre la nuca de Pinto antes de que el vallecano marcara para adelantar al Sevilla. Y cuando acertó pasando por alto una mano involuntaria de Xavi en el control que le sirvió para hacer el gol de la victoria culé, cambió de criterio en los mintos finales y un golpe fortuito del balón en el brazo de Piqué exactamente igual le pareció digno de sanción y amonestación (!).

Al final del duelo llegó lo más grave, Clos perdonó una roja de libro a Henry cuando, humillado por el poco fútbol que está ofreciendo este curso y viendo cerca la eliminación, pateó malamente por detrás a Capel. El colegiado aragonés fue un desastre, pero el Sevilla se clasificó y nadie se acordará. Una pena que en este fútbol español se midan las cosas según la bronca que se monta al día siguiente en los medios. La Fortuna visitó a estos árbitros errados. Mala suerte para los futboleros.

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