Publicado en EL MUNDO el 19 de noviembre de 2009
El gol fue de Gallas, la ilegalidad de Henry, el culpable fue el árbitro, pero el responsable, en realidad, es otro. Francia, toda una campeona del mundo, llegará al Mundial con la camiseta sucia por culpa de un gol tramposo en una prórroga agónica y tras un partido lamentable. Eso es un hecho, pero la causa no hay que buscarla en la mano de Henry, sino en otra, la que mece la cuna del fútbol.
Cuando un árbitro es designado para la vuelta de una repesca mundialista, su nombramiento no se hace al azar. Es un partido de mucha presión, con dos países jugándose prestigio y millones de euros. Y la UEFA pensó que el sueco Martin Hansson era el más indicado para el trabajo.
A Hansson ya lo conocemos. Fue el trencilla que inventó un penalti para el Liverpool el año pasado en Anfield. El Atlético ganaba 0-1 cuando Steven Gerrard ensayó el vuelo sin motor en el área colchonera. Nadie miró al árbitro porque nadie esperaba nada de esa jugada, pero él señaló la pena máxima, propició el gol de los reds y el Atlético –entonces enfangado conPlatini (presidente de la UEFA y francés) por la bronca de los hinchas del Marsella (franceses) en el Calderón–, fue perjudicado por un favor al poderoso.
Un auténtico árbitro UEFA, como Hansson, sabe lo que debe hacer. No es tan importante el reglamento como asegurarse el puesto complaciendo al que manda. Era muy difícil, para él y para el linier, ver la trampa del capitán francés, pero el sueco que ayer se hizo el ciego tenía un favor que devolver.
Fue él quien pitó la final de la Copa Confederaciones el pasado junio en Sudáfrica. Un regalazo de más de 10.000 euros sólo por ese partido (añádanse dietas de 15 días y el fijo estipulado). La FIFA no quería un mundial sin Francia. Y el sueco no tuvo ni que hacer lo de Anfield. Bastó con no ver las manos de Henry. Quizá por eso Platini es «reacio a la tecnología para ayudar al árbitro». Así es más fácil hacer cosas como la de ayer.
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